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4 de mayo de 2011

Dos habitaciones diferentes.

Olía a esmalte de uñas y a colonia barata de esas muestras que regalan con las revistas, zapatos tirados por el suelo, y un móvil sonando encima de una mesita de noche de madera oscura. Ropa encima de la cama y una imagen reflejada en el espejo feliz. Salió corriendo a coger el teléfono, miró la pantalla. Era él.
- ¿Sí?
- Lidia se acabó.
- ¿Qué?
- Es mejor que te olvides de mi, de verdad.
- Pero... ¿por qué me dices eso? ¿Qué pasa? Yo... yo... no entiendo nada. Te quiero...
- Adiós Lidia, se acabó...
Y colgó, sin dar explicaciones, con ese pitido se acabaron muchas más cosas que una llamada. Se acabó todos esos meses juntos, todas esas citas. Se rompieron millones de sueños, de deseos,de momentos, ilusiones. De repente aquella tarde probándose toda esa ropa y esos zapatos, maquillándose y preparándose pareció la tarde más tonta y desperdiciada del mundo. Se arrancó el vestido y se metió en la cama. Lloró, su cara acabó negra del maquillaje pero le daba igual, todo le daba exactamente igual. Lo que ella no sabía es que al otro lado del teléfono había un chico más triste que ella todavía, en otra cama diferente, llorando también amargamente. Con unas palabras retumbando en su cabeza, las palabras que aquel chico le dijo mientras le apretaba fuerte el cuello. Se lo acarició todavía le dolía, y volvió a llorar... "No sé como lo harás, pero si no quieres que sufra no te vuelvas a acercar a ella. Soy capaz de cualquier cosa para conseguir que no esté contigo, no te la mereces" No te la mereces le dijo, no te la mereces... Pero la quería, la quería y la quiere, como a nada en este mundo y ahora la ha hecho sufrir, desearía correr hasta su casa y abrazarla, eternamente. Dos casas diferentes, dos habitaciones diferentes, dos camas diferentes, dos personas diferentes, pero el mismo sufrimiento y el mismo amor por la otra persona, y lágrimas, y más lágrimas. Te quieros susurrados al viento que se pierden entre olores y sueños rotos...

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