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8 de julio de 2011

Una historia corta de amor en verano.

Sonó el despertador lo apagó deprisa y se levantó de un salto, levantó la persiana, abrió la ventana y sonrió al ver que el sol de la mañana le golpeaba la cara. Encendió el ordenador y puso la música a tope, se fue a la cocina y preparó café calentito y tostadas con mermelada de frambuesa. Mientras desayunaba cantaba como loca su canción preferida que sonaba desde su habitación. Después echó a correr hacía el salón, por el camino se golpeó con una puerta y llegó al teléfono cojeando, feliz, cogió el teléfono y le llamó. Esperó... piii, piii, piii, tres tonos, piii, piii, piii, siguió esperando pero nunca contestó. De repente su felicidad se agotó, su sonrisa se apagó. Apagó la música y volvió a asomarse por la ventana y mientras admiraba el sol y intentaba pensar en otra cosa sonó el teléfono, corrió, esta vez hábil, rápida sin chocarse con nada y al llegar al descolgar su felicidad volvió a ser infinita, recuperó su sonrisa de oreja a oreja, era él, se disculpó por no contesta, estaba en la ducha cuando ella llamó... no necesitaba disculpa, le había llamado y con eso ella era feliz, completamente. Estuvieron hablando hasta la hora de comer y quedaron en verse esa misma tarde, posiblemente irían juntos a la playa, tenían que hablar... habían sido amigos durante mucho tiempo pero la noche anterior se habían dado un beso que no era muy de amigos. ¿Qué pasaría entre ellos? Estaba claro... el verano trae amor... de eso no cabe duda.  Porque en verano hay demasiado tiempo libre y puede pasar cualquier cosa.