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17 de febrero de 2014



- Dime, ¿qué ves ahí?
- ¿Ahí? ¿La maceta vacía?
- Sí, la maceta. Descríbemela, cuéntame lo que ves y lo que te hace sentir.
- ¿Por qué tengo que hacer esa gilipollez?
- Bueno, porque aquí el que manda soy yo así que... cuéntame.
- Pues es una maceta... marrón y parece de plástico, pero no tiene flores o plantas. Es triste tener una maceta vacía, ¿no? si por lo menos la llenases de tierra y plantases algo, no sé... una flor de esas que alegran el ambiente, no entiendo por qué tienes una maceta vacía ahí. No tengo nada más que decir sobre la maceta, ¿sabes? No hay nada más que decir, ¿por qué sonríes? ¿podrías decir algo?
- Cuando era pequeño, en la casa de al lado vivía un niño de mi misma edad, algo diferente a los demás.
-  Venga ya, ¿Qué tiene eso que ver con la maceta?
- Bueno, déjame hablar. Verás, nunca olvidaré el día que aquel niño cumplió los 12 años. Mi madre y yo fuimos a felicitarle y él estaba en el jardín abriendo su regalo. Desenvolvió el papel y se puso eufórico. Decía: 'qué caja más perfecta, es una nave genial, uaaaau', se emocionó por la caja. Era una caja grande porque dentro iba un patinete de esos que le encantan a cualquier niño. Le dio las gracias a sus padres por el patinete y la nave espacial. Y se puso a jugar con la caja. Yo, que era un niño bastante avispado, no podía entender nada. Recuerdo que miré a mi madre y le susurré con miedo a parecer un ignorante que no entendía la importancia de aquella caja: 'mamá, pero... si solo es una caja...' ella me miró sonriente y dijo: 'hijo, en este mundo cada persona ve las cosas de una forma diferente' aquella frase me atormentó unos días, no podía entenderlo y no dejaba de pensar en ello, era extraño. Hasta que un día al volver del cole y ver a mi vecino jugando con la caja lo entendí. Él veía en esa caja una posible nave espacial, yo solo veía una caja que llevaba un increíble patinete, mi madre (que era una gran defensora del medio ambiente) vería un montón de material reciclable o algo así. ¿Lo entiendes?
- Sí, lo entiendo... pero sigo sin saber a dónde quieres llegar...
- Verás, desde aquello me fascinaba la idea de que cada cosa que yo veía podría ser diferente para alguien, y me aficioné a preguntarle a la gente lo que veía en cada cosa que había cerca. Me encantaba. Imagínate lo genial que fue para mi descubrir el test de Rorschach ¿sabes? El de los dibujos de: '¿qué ves aquí?' Pues eso hizo que me dedicara a esto, ¿a qué es una buena historia? Me gusta contarla.
- Ha sido interesante. ¿Y lo de la maceta?
- Bueno, es gracioso, porque para mí solo es una maceta de plástico que tenía una planta que olvidé regar y tuve que tirar. Mi sobrino de cinco años estuvo aquí ayer y cuando le pregunté lo que era me dijo que era un cubo para jugar con la arena en la playa. Y a ti te ha afectado bastante el hecho de que estuviera vacía y no haya plantado nada en ella.
- Joder.

6 de febrero de 2014



Aunque me guste mucho hablar a veces también valgo para escuchar. Un viaje de tren es perfecto para ello así que me senté a su lado y le escuché hablarme. 
Me habló de lo mal que se sentía por haberse rendido, me habló de que cada día se sentía más obsesionado con la idea de cambiar el mundo, me habló de frases, noticias y curiosidades que había leído y oído, recuerdo que dijo que había mucha gente en el mundo pero solo conocía un tipo de personas que merecían la pena... solo un tipo de personas (no le pedí que describiera ese tipo de personas, pero me hubiese gustado hacerlo), también habló de que había decidido cortarse el pelo, y de su trabajo, me habló del tiempo... dijo que estaba cansado de entristecerse por el pasado y preocuparse por el futuro, que se centraría en el presente y en cumplir sus sueños, me habló de sus sueños, de las metas, de una chaqueta que se había comprado el día anterior, de unas zapatillas que le gustaron y de la vergüenza que sintió al darse cuenta de que no tenía dinero suficiente para pagarlas, me habló de música y del último gran libro que se había leído... estuvo un rato hablando del libro, me gustó esa parte porque me encantan las personas que reflexionan sobre los libros después de leerlos, me contó anécdotas divertidas y lecciones que había aprendido. Yo le escuchaba y sonreía, a veces le asentía para que supiera que estaba siguiendo el hilo de su conversación. Después de unos veinte minutos me dio las gracias por haberle escuchado y haber sido tan amable. El tren paró y él se bajó del tren. Yo bajé dos paradas después, llegué a casa y escribí sobre un perfecto desconocido al que había escuchado durante casi media hora en el tren que me traía a casa después de una mañana entera trabajando. Es curioso porque ni si quiera sabía su nombre pero fue, durante un rato, un gran amigo.