Empecé a andar hacía él, totalmente decidida a decirle todo lo que pensaba, a decirle todo lo que sentía, decidida a desahogarme sin más. Cada vez le veía más cerca pero él no me había visto aún, no se había dado cuenta de que me dirigía hacía él, mientras seguía caminando pensé en todas las formas posibles de decírselo, pensé en todas las respuestas que podría recibir pero me daba igual, estaba decidida, lo había estado pensando durante mucho tiempo, había llegado el momento de hacerle frente a todo y de olvidarme de las tonterías. Cada vez estaba más cerca, quedaba poco para llegar a donde él, me sentaría a su lado y le diría: te quiero. Sin más, estaba claro, la decisión estaba tomada y nada me haría cambiar de opinión. Me había visto ya, quedaban solo unos 3 metros para llegar a su lado, me sonrió... ya estoy, ya llego... Sonreí, saludé y seguí hacía delante. Hasta el final de la calle, después volví a mirar para atrás y le vi allí sentado todavía. Sí, puede que lo tuviera demasiado claro pero a veces las cosas no salen como una espera, a veces lo mejor es seguir al corazón en el momento justo.