Estaba a punto de entrar, de verdad, estaba ya en la puerta pero entonces le vi a lo lejos sonriente hablando con dos o tres personas y tuve el impulso de darme media vuelta. Me sentí tan absurda por haberme arreglado tanto, como si fuera a fijarse en mí o algo por el estilo. Y me sentí tan imbécil por haber creído que yo era más especial que todos los amigos que había invitado a aquella fiesta, que decidí marcharme antes de incluso haber entrado del todo. Y dí dos pasos hacia la calle justo cuando noté su mano en mi brazo, podía haber sido la mano de cualquiera porque yo estaba de espaldas y no pude verle cara hasta que me giré, pero supe que era su mano porque se me erizaron y sentí un escalofrío, y ninguna otra mano podía hacerme sentir eso.
- Ey, ¿a dónde vas? - me pregunto, con esa sonrisa que pone siempre. Yo también le sonreí y después me quedé mirando sus ojos, y su pelo y su bonita cara en general unos segundos mientras pensaba una respuesta.
- Tengo que irme... solo venía a saludar... - que respuesta más estúpida elegí.
- Pero, si ni si quiera has saludado... ¿por qué te vas tan pronto? Esto acaba de empezar. - volví a sentirme ilusionada porque se interesase por mí, pero me sentí de nuevo estúpida al instante porque él lo que quería era disfrutar de su fiesta con todos sus amigos. Y yo... era su amiga.
- Bueno, esta bien, yo me quedo... anda, vete a hacer de anfitrión y yo voy a buscar a alguien para tomar algo. - le sonreí esperando a que se fuera con alguna chica que le gustase o algo así, al fin y al cabo si celebras una fiesta en una de las casas de tus padres ricos para celebrar el fin del curso estaría bien ligar, pero no se movió.
- ¿Y no te valgo yo para tomar algo? - asentí, porque entonces volví a sentirme ilusionada, y volví a sentir el escalofrío y los pelos erizados y los latidos en el corazón y las mariposas en el estómago y todas esas cosas. - Anda, vamos... - me guió hasta una mesa, cogimos un vaso cada uno y después me agarro de la cintura para guiarme hacia unas escaleras. No sabía como sentirme, pero desde luego ya no me sentía estúpida. Me sentía bien, porque estaba conmigo... de todos los invitados que había en aquella fiesta, en su fiesta... estaba conmigo. Entramos en una habitación y nos sentamos encima de la cama y me puse muy nerviosa y entonces dijo:
- ¿Sabes? Si te hubieras ido esta fiesta no hubiese sido lo mismo...
- Bueno, hay muchos invitados, seguro que no te hubieses aburrido. - volví a sentirme estúpida por la respuesta, no sé por qué razón pero sentí que tendría que haber respondido algo mejor, más sutil posiblemente.
- Pero tú eres una invitada... especial. - la última palabra la susurró casi encima de mis labios, y me besó y fue precioso y sentí todas aquellas cosas maravillosas que hay que sentir cuando quieres a alguien y ese alguien te quiere a ti, y dejé de sentirme estúpida y ridícula y me sentí orgullosa de haberme arreglado tanto y de haber ido a la fiesta y de ser como soy.