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29 de abril de 2014

Siempre me ha parecido curiosa la forma en la que los sentimientos o los pensamientos pueden cambiar la perspectiva de las cosas, o como las cosas pueden cambiar los sentimientos y los pensamientos. Como para mí la lluvia es triste y me hace ponerme melancólica pero hay gente que la disfruta con tanta emoción que hace que una se replantee las cosas. O como cuando me dan esas rachas de querer a alguien que me quiera con todo su alma y me sienta mal ver parejas por la calle, pero luego tengo esas rachas de estar feliz así y alegrarme de que la gente sea feliz y de ser feliz yo. Que los días de estudio todo parece más negro, y los días de fiesta me sale alegría por los poros de la piel. Porque están esos días que hasta un trozo de papel tirado en el suelo parece bonito, y te dan ganas de sacarle una foto, o de escribir sobre ello o de no olvidarlo nunca, ya ves... un trozo de papel en el suelo. A mí, por lo menos, me pasa. Pero están esos otros días que ni si quiera un bebé con un gatito en brazos te saca una sonrisa (es lo más adorable que se me ha ocurrido). Puede que hoy veas el vaso medio lleno y mañana lo veas medio vacío, y lo más curioso es que hay veces que ni si quiera sabes el motivo. Yo lo único que tengo claro es que me encantan los días en los que sonrío y respiro hondo, por que sí. Y encuentro fascinante un trozo de papel tirado en el suelo, y me río hasta con los documentales de animales de la dos, y todo me parecen gatitos y bebés, y me siento tan absurdamente alegre que me da igual la razón de ese sentimiento, me da igual que hay días de mierda y que el mundo sea una completa y enorme basura. La clave es aprovechar los momentos de éxtasis. Que esto solo son palabras, puede que algo incoherentes para algunos (puede que hasta para mí mañana) porque no estoy usando demasiado la lógica pero joder, que tengo una sonrisa en la cara y solo quiero vivir.

(Os prometo que no me he drogado).