Cómo no era capaz de decírselo a la cara, ni si quiera de enviarle lo que escribía se sentaba y tecleaba en el ordenador, para después de tirarse casi horas enteras escribiéndole a él terminar dándole al botón de borrar. Le escribía lo mucho que él significaba para ella, le escribía recordando los pocos momentos que habían vivido juntos, les escribía bonitas y cursis palabras que ella misma odiaba decir, le contaba la verdad... y la verdad era que le quería, que le necesitaba y que soñaba con él dormida y despierta, que con una simple sonrisa suya conseguía hacerla feliz. Esa era la verdad, la verdad que nunca llegó a decirle. Por miedo, por vergüenza... por pura cobardía.