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8 de septiembre de 2013

Nunca tuvo muy claro en qué momento exacto de su vida se dio cuenta pero le resultaba siempre mucho más fácil mentir y engañar. Desde que era pequeña había solucionado los problemas con mentiras, había formado un muro o barrera que no permitía a nadie descubrir lo que sentía o pensaba de verdad, le gustaba pensar que si manipulaba al resto del mundo, nadie podría hacerle daño, su sonrisa era falsa, su mirada mentía, igual -o incluso más- que sus palabras. No daba demasiadas explicaciones, no tenía miedo de nada -o eso quería aparentar-, era una descarada... todo le daba igual, vivía por y para ella y si las cosas se torcían lo arreglaba con mentiras. Mentiras, y más mentiras. Creció siendo solitaria, para ella la gente de su al rededor eran simples marionetas, manipulaba a todo el que pudiera para conseguir lo que quería y convencerse de que nadie podría hacerle daño. Pero resulta que cuando formas tu vida a base de mentiras llega un día, un fatídico e inesperado día en el que todas esas mentiras y engaños se estampan contra tu cara. Una sonrisa bonita y unas palabras sinceras de un desconocido lo cambiaron todo. 
'Y tú eres de esas chicas que viven acostumbradas a ganar siempre, ¿verdad?' le había dicho su nuevo compañero de trabajo, ella le había saludado pensando en como conseguir que aquel chico se enamorara de ella. Le gustaba jugar a eso, cuando conseguía que un chico se volviera loco por su labios pintados de rojo y sus curvas, se acostaba con él y le daba la patada. Pero aquel era diferente, porque la había calado. 'No me conoces, no sabes nada de mí, cállate.' Le había respondido ella, dispuesta a alejarse después porque empezaba a ver su falso mundo en peligro pero entonces aquel chico pronunció las palabras que cambiaron todo: 'Vale, yo no te conozco de nada... ¿pero tú? ¿te conoces tú?'. 
Es irónico, pensó, resulta que al final a la persona que más he mentido y engañado soy yo misma.