Primero hubo risas, y alcohol. Siempre hay alcohol en esas épocas del año. Bailes y noches enteras de fiesta, conociéndose. Fotos absurdas y palabras sinceras. Después empezaron las llamadas telefónicas que duraban horas, y horas, y horas y más risas. Luego vinieron las tardes de helados y paseos, y vinieron los besos, los abrazos eternos... el amor. Sí, posiblemente era amor. Llegó de repente. Entre, risas, besos, peleas, reconciliaciones, tardes y noches en la playa, paseos por la mañana, fiestas nocturnas juntos. Fue bonito, y esas cosas no se olvidan.
Pero es lo que tienen los amores de verano... que se acaban cuando se va el sol y llega septiembre.
Es triste que algo tan bonito se acabe tan pronto. Buena entrada, me gusta mucho tu blog. Pásate por el mío si quieres. Un beso :)
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Las cosas buenas sólo duran el tiempo necesario para obligarte a añorarlas con más fuerza... Sí, también me parece injusto... Lo bueno de los amores de verano es que siempre puedes pensar en ellos como algo increíble...tienes permiso de idealizarlos y nunca el tiempo suficiente para desepcionarte... Un día azul. ;)
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